En la Alameda de Hércules, el Café Sonoro tiene un pequeño jardín, cerrado, intuido; no podemos caminar por él pero siempre está a la vista a través de las persianas de la ventana del café, acompañando a la música de su interior. Un poco más cercano se nos presenta desde la Alameda. Situados en ella, nos llegan a veces los aromas de algunas de las especies que anuncian y habitan este jardín casi secreto.